SELECCIÓN DE HISTORIAS Y POESÍAS
Las que siguen son obras elegidas de algunos participantes en el Taller de animación a la lectura y escritura creativa del Espacio El Aleph 2024:
Fabián Castilla: 'Presente' y 'Dónde'
Claudia Del Valle: 'Excentricidad' y 'Fatalidad VI'
Ruben Parra: 'El Mario' y 'Un oso de mascota'
Esteban Uset: 'Ausencias' y 'Nombre propio'
Presente
Bienvenidos
a este instante
donde
la mente no oscila entre el pasado y el futuro
porque
todo ocurre ahora.
Un
poeta apoya una birome,
un
pintor tira su primer trazo,
un
acorde expande su vibración,
una
hoja cae oscilando despreocupadamente
en
tu otoño.
Una
estrella fugaz despierta un deseo,
un
amanecer sorprende a dos amantes en una plaza,
una
ola golpea y golpea una piedra sobre un risco,
una
gota viaja en picada libre,
una
paloma inicia su vuelo
para
solo girar en círculos,
una
abeja transporta el polen en sus patas,
alguien
recita una plegaria.
Todos
somos capaces de resolver el acertijo
aunque
muchos no puedan entender, o entenderse,
porque
solo aprendieron a cargar armas
y
apretar el gatillo.
Pero
acá estamos nosotros:
alguien
sonríe y sale el sol,
alguien
abraza y consuela un llanto,
otro
escucha o mira atentamente al que tiene ante sí,
dos
niños juegan sin miedo
despreocupados
de billetes y banderas
y
del nombre de los dioses
o
el color de la piel del otro.
Ellos
resuelven la ecuación del Universo
cuando
escuchan, miran, huelen, tocan,
saborean
el instante.
¿Dónde?
¿Dónde
están los poetas
que
calaban canciones
escupiendo
fuego,
arrebatando
mares,
increpando
al sistema
que
nos devora?
¿Dónde
sale el sol
que
nos despierte
de
esta modorra,
el
gran letargo
que
nos ha cohibido
la
memoria?
¿Dónde
está la pasión
de
aquellos ideales,
la
esencia de los libros
que
fueron prohibidos
o
quemados
en
hogueras?
¿Dónde
fue mi voz
entre
los gritos y susurros
del
devenir y la nostalgia
que
amenazaba
destruir
el mito de las cavernas?
Excentricidad
Vanos fueron los intentos
crepusculares y las promesas.
Vanos los momentos
enérgicos de inspiración.
Vano fue el arrojo
que me conduce al fin.
Vana la libertad fingida
y vana también
la esclavitud inexorable.
Seguiré mi destino.
Pasaré el día pensando
en el mañana
que no existe.
Fatalidad
VI
Silenciosamente
Damián abrió los ojos, y vio el polvo volar en un hilo de luz. No distinguió
los muebles de las sombras sepias, de a ratos fugaces. Cada vez más se le hacía
difícil comenzar el día. Atravesó angustiosamente los ritos de higiene,
vestimenta, desayuno, sin lograr encubrir la decadencia, el estado comatoso en
el que se vive y se soporta para seguir viviendo.
Se
percató en un momento de que, tanta vida cumpliendo con lo que la sociedad
ordena, lo que “hay que hacer”, había servido de poco en esta sociedad. Ya ni
tener apellido es importante; el nombre, la familia, la tradición dejadas de
lado sin solución de continuidad. Vivir el hoy, sin mañana.
Bajó por la escalera y,
en el 2do piso se cruzó al dueño del edificio:
- - Hola,
Damián … ¿que hacés? –pregunta sonriendo.
Ante su gentileza Damián sintió que no podía tirarle toda su fatalidad, y contestó:
- - ¡Bien!
¿Y usted Vicente? ¿Cómo anda tanto tiempo? ¿Algún problema?
- - ¡No,
para nada! Al contrario, estoy viendo que el último arreglo quedó muy bien.
- - Bueno,
mejor así –contestó Damián, tratando ya de terminar la charla para poder
volver a sus pensamientos más oscuros, con los que se siente más cómodo.
- - ¿No
me harías un favor, Damian? Tengo que ir al noveno por la escalera… ¿No me
acompañarías? Serían solo unos 10, a más tardar 15 minutos.
Aunque muy dinámico y
enérgico, Vicente es un hombre mayor, entero para sus casi 80 y Damián
comprendió. Subieron juntos. Vicente controlaba que todo estuviera en su lugar,
limpio y ordenado. Tapas de luz, zócalos, cuadros de los paliers, puertas de
departamentos, los bronces. Cuando veía algo
especial, lo miraba, lo tocaba y decía, por ejemplo: “este aplique lo hice
traer de Alemania, vos sabes que los alemanes, como los vikingos en la
antigüedad eran muy buenos herreros, sus fuegos eran ancestrales, no se
apagaban nunca y recibían pedidos de toda Europa, antes de que se llamara
Europa”.
Los 10 o
15 minutos prometidos se convirtieron en más de una hora. Empezaron a bajar,
Damián primero, para hacerlo sentir protegido a Vicente.
Llegando
al segundo, se encontraron con uno de los inquilinos que, furtivamente,
ingresaba a su casa con una mujer que no era la oficial. Apuraron el paso, con
un saludo, también furtivo.
Una vez
en planta baja, Vicente le agradeció a Damián con la promesa de una botella de
buen vino¸lo que los dos sabían que era en vano. Se saludaron con cariño, y
Damián salió a la calle.
Allí
había tres muchachos; uno le pidió fuego. No con poca sospecha, Damián miró alrededor
y vio que, agazapados. había otros dos, como esperando el momento de atacar.
Una alarma sonó en la distancia. Mientras se le ocurrían estos pensamientos sin
sentido, sacó rápidamente el encendedor, le dio fuego y siguió caminando, mirando atrás para asegurarse de que no lo siguieran.
Olvidando enseguida el
encuentro, se puso a buscar a qué amiga podría llamar.
- - ¿Estará
libre Belén? -pensó sin dudar. La llamaría.
¡Bueno, bah! ¡La llamo y listo!
Hola Belén, dijo sonriendo. ¿Estás?
- - ¡Hola
Damián! ¡Que sorpresa a esta hora! ¡Mirá, justo, justo estoy cerca de tu casa!
¡Me vine a comprar por acá, porque la ropa me gusta más!
- - ¡Buenísimo,
Belu! ¿Por qué no nos encontramos en el Pub Irlandés en 10 minutos; te parece?
- - ¡Genial!
¡Llego! -respondió Belén bien entusiasmada.
“Un tiro para el lado
de la justicia”, pensó, con una sonrisa. Belén es muy simpática y buena amiga y
compañera. Para ir un poco más rápido se
le ocurrió cortar camino. Conocía muy bien esa parte del barrio… había una
escalera que salía por un parque y ahí, a media cuadra estaba el Pub. De lo que
no se acordó es que tenía que pasar por la Iglesia de los Arcángeles, algo que
odiaba. Pasó lo más rápido posible. Antes de buscar la puerta del pub, notó que
el frente de la iglesia estaba muy bien cuidado. Todas las estatuas estaban
impecables, las veredas bien barridas y brillosas por el paso de tanta gente.
Hasta los oropeles de las columnas estaban bien arreglados, sin que les faltara
un ornamento.
Ya
pensando en Belén, Damián le compró una rosa a la viejita que está siempre en
la escalinata, justo cuando vio entrar a Belén al Pub.
Se
sentaron en una mesa al fondo y de repente todo lo demás no importó. Damián se imaginaba con ella en la cama, contándole como el polvo puede volar en un hilo
de luz y cómo las sombras sepias cubren los muebles descaradamente. Se vio
disfrutando sus ritos de levantarse, ducharse, desayunar y salir. Y se dio
cuenta que tanta vida vivida y todos esos mandatos de la sociedad habían
dependido de los pétalos de una rosa.
EL
MARIO
El aire de
acá tiene olor a sal.
Y es tan
mansa la piel de la leña.
Los
árboles nos miran con la desdeñosa curiosidad
conque
los gatos observan a los perros desde las cornisas.
Cada
grano de la arena que nos sostiene
es tan
necesario como estar vivo.
Pasamos
sin ir. Quemamos tiempo. Olemos a sal.
Pisamos
arena.
Dibujamos
con los pies una eternidad efímera.
Hasta que
un día, sin mucho aviso, llega la sudestada.
La arena
se convierte en perdigones. Sudamos
bajo los
techos que rugen.
Todo
vuela más rápido que el viento.
Los
árboles se desnudan, después se acuestan.
Abrazamos
a los perros, que sienten
olor a
muerte en el aire.
Y cuando
todo pasa, pasa que vuelta a empezar.
Barremos.
Clavamos. Afirmamos postes.
Devolvemos
lo encontrado en los patios.
Que un
cartel municipal, que baldes, que ropa.
Nos
olemos entre nosotros y respiramos hondo.
¿Qué más?
¡Ah! sí. De los árboles caídos hacemos leña
y nos dan
pena los bollitos emplumados que enterramos.
Sudestada
de mierda, dice el Mario juntando chapas.
Pero no
le hacemos caso.
El
Mario... el Mario siempre se queja.
UN OSO DE MASCOTA
Yo quisiera tener un
oso como mascota. Lo vi en un video, hace poco.
¡Y pájaros! Eso.
Pájaros mansos. Que vengan a visitarme a mi patio. Y coman de mi mano. Y se
hagan nido en mi hombro para una siesta.
Me gustaría ser
camionero. Andar distancias manejando como un experto y comer parrilladas
grasosas en compañía de mis colegas. Y brindar por los que ya no hacen esta
ruta.
Y filósofo. Y dar
charlas inolvidables ante un público embelesado.
Para vivir, una cabaña
en el medio de la nada, entre montañas. Solo.
Una buhardilla en París
y un castillo en los fiordos de Noruega.
¡Pará!. ¡Pará! Ser
dealer en Brooklyn, o narco en Tijuana, y balearnos con las bandas rivales y
perder a un amigo en la balacera. Y mochilero por Europa.
Y ser el que va a morir
dejando atrás un reguero de mujeres satisfechas.
Monje tibetano, eso
estaría bien. Y marino mercante.
Maestro en una villa
miseria. Profesor emérito en Oxford.
¡Ladrón! Ladrón de
bancos. Huir a los tiros y que la cana no nos alcance.
Y tener un oso como
mascota. Y los pájaros. Siempre los pájaros.
Pero todo eso y más lo
quiero … por momentos, de a ratos. ¿Se entiende? Quiero jugar con el oso algunas
horas y que el oso me reconozca como si lo hubiese parido. Que no se percate
del cambio. Y al fin del día, saludarlo amorosamente y no verlo más.
Porque dedicar mi vida
y asumir el riesgo de amansar a un oso, no me tienta.
¿Marino mercante?
¿meses y meses afuera, con mis amores lejos? Vade retro.
¿Ermitaño en la
montaña? Que eso se me hace bien por un rato.
Entonces imagino que
puede haber alguien que pueda desear, por un rato, algo de lo que tengo. Una
parte de lo que siento.
Se me ocurre entonces propiciar
breves intercambios. Pequeños trueques para ser otro. Y tener un día de
aprendizajes a golpe de experiencias ajenas.
Yo puedo ofrecerte una
casita entre el bosque y el mar, por ejemplo.
Y un amor para siempre
junto al dolor de perderlo. Y un amor nuevo. Que de eso se aprende.
Eso, por ejemplo. Eso,
y una sudestada que te agita el techo.
Y la tranquilidad de
dos hijos que viven lejos.
Y un perro medio sonzo
que se deja hervir la cabeza junto a la salamandra. ¡Pero es más bueno!
Entonces… si querés
olvidarte del oso por un día y abrirte el pecho para que el mar se te haga
carne y te entienda, llamame y vemos.
O si son
los pájaros… por los pájaros, ni lo pienso.
AUSENCIAS
Cuando la
casa se ensancha el silencio retumba,
el frío
se siente con toda crueldad,
la cama
es más ancha, la mesa más grande,
el sol que desnuda, el tiempo no pasa.
Cuando el
desayuno se hace más largo
y se
evapora el vino tan rápidamente
como las
respuestas, a preguntas ácidas
y a dudas amargas como las ciruelas.
Cuando no
hay motivos ni destinatarios
para los
reclamos, para discusiones;
la tele
obedece a cualquier capricho
y pasan las horas sin ningún enojo.
Cuando
para ir de bares no hay que dar razones
y tampoco
urgencia para regresar.
Silencioso
espera el reloj que mide
cuál es la distancia al fin de las penas.
Cuando no
aparecen los versos deseados
y la
radio emite canciones molestas,
la
noche amenaza ,el insomnio acosa
y duelen los huesos tanto como el alma.
Cuando
no hay futuro porque el futuro es ahora
tal vez
sea momento de dar la pelea,
y
haciéndose cargo, tomando coraje,
poder
amigarse con nuestras ausencias.
NOMBRE PROPIO
No hay nombre propio que
explique
el abrazo pronto, la
escucha atenta,
sabernos cerca.
No hay manera de encerrar
con letras
los latidos fuertes, los
suspiros hondos,
el deseo latente.
Somos la confluencia
de historias fallidas y
dolores de alma.
Ávidos del néctar que
nos fortalezca
para hacer camino por
cauces inciertos
sin violentar riberas.
Hacia rumbos nuevos.
Juntos sorteamos indemnes la tormenta,
y varados a mitad de
camino conservamos la calma.
Entonces ¿qué somos?
La amalgama perfecta de
paz y ternura,
sueño y pasión,
poesías y dibujos,
libertad y belleza.
Sin un nombre propio…